Escrito por: Carlos Berríos
Un día como hoy 12 de febrero, pero de 1984, trascendía a la inmortalidad el poeta e intelectual argentino Julio Cortázar, un escritor reconocido por sus aportes literarios y por su contribución a una nueva forma narrativa decolonial, extensamente marcada por la dignidad de los pueblos de América Latina, entre ellos la Revolución Cubana y la Revolución Popular Sandinista.
Él mismo reconoce: “La Revolución Cubana… me mostró de una manera cruel y que me dolió mucho, el gran vacío político que había en mí, mi inutilidad política… los temas políticos se fueron metiendo en mi literatura”. Desde luego, sus visitas a Cuba en los años sesenta afianzaron su convicción política. Sin embargo, también denota la palpable influencia de líderes revolucionarios de la época, como el Comandante Ernesto Che Guevara, a quien le dedicó parte de sus versos en el poema “Yo tuve un Hermano”.
No nos vimos nunca
Pero no importaba
Yo tuve un hermano
Que iba por los montes
Mientras yo dormía.
Lo quise a mi modo,
Le tomé su voz
Libre como el agua,
Caminé de a ratos.
No nos vimos nunca
Pero no importa,
Mi hermano despierto
Mientras yo dormía,
Mi hermano mostrándome
Detrás de la noche
Su estrella elegida.
A través de sus escritos, el autor argentino mostró la clara simpatía por las luchas de los pueblos contra la opresión. Ya para el triunfo de la Revolución Popular Sandinista el 19 de julio de 1979, Cortázar comprendía que la literatura no se limita a la creación artística, sino que puede ser una herramienta poderosa para el cambio social. En muchas de sus cartas y ensayos, expresó su apoyo a la revolución nicaragüense y su rechazo a las injusticias perpetradas por el imperio Yanqui. Su literatura, llena de elementos surrealistas y fantásticos, también servía como un espejo de la realidad social y política, en lucha por la libertad, la resistencia y la solidaridad.
En 1980, Cortázar se sumó a un grupo de intelectuales y artistas que formaron el Comité Internacional de Solidaridad con Nicaragua, donde su voz se alzó a favor del pueblo nicaragüense y en contra de las intervenciones extranjeras. Este Comité se creó como respuesta a la necesidad de apoyo internacional, ya que el pueblo nicaragüense enfrentaba desafíos significativos tanto internos como externos, siendo el más fatal y descarado, el financiamiento del gobierno de Reagan a los grupos armados contra revolucionarios que dejaron el trágico saldo de más de 50,000 muertos en la década de los años ochenta. Cortázar entendió que el respaldo de artistas e intelectuales era vital para visibilizar la situación de Nicaragua y promover la justicia y la paz en América Central.
Uno de los momentos más significativos en la vida de Cortázar en relación con el sandinismo fue su viaje a Nicaragua en 1983. Durante su visita, fue recibido con entusiasmo por el pueblo y el 06 de febrero del mismo año, el Comandante Daniel Ortega Saavedra lo condecoró con la Orden de Independencia Cultural Rubén Darío. En este viaje, Cortázar constató de primera mano las consecuencias de la guerra y el impacto de la revolución en la vida cotidiana de las y los nicaragüenses; logró palpar la mística revolucionaria de un pueblo que no se vende ni se rinde. Y así fue como se sintió inspirado por la determinación del pueblo y se comprometió aún más con la causa sandinista, dejando claro que no solo defendía la revolución desde la distancia, sino que se involucraba activamente en la lucha por un futuro diferente.
Julio Cortázar, publicó su libro “Nicaragua tan violentamente dulce”, en la que ofrece una mirada comprometida y poética sobre la Revolución Popular Sandinista. Mezcla crónicas, ensayos y reflexiones personales, reflejando el profundo sentido de solidaridad para con nuestro pueblo, compartiendo vivencias y encuentros que lo marcaron profundamente, por ejemplo, el de “nuestra mil veces heroica” Brenda Isabel Rocha Chacón. A través de la narrativa, Cortázar refiere que Brenda emerge no sólo como una joven comprometida con la causa revolucionaria, sino también como un símbolo de la lucha por la libertad y la dignidad de un pueblo en defensa de su soberanía, independencia y autodeterminación.
Cortázar destaca la valentía y el espíritu indomable de Brenda “la sonrisa de la Revolución” como refirió el Comandante Tomás Borge (quien fue muy cercano a Cortázar), resaltando cómo ella, a pesar de su juventud, tomó decisiones trascendentales en un entorno de incertidumbre y riesgos en defensa de la Patria. Julio invita al lector a reflexionar sobre el costo personal de la lucha política y social, así como las profundidades de la convicción individual, escribe el bardo: “Su coraje y su serenidad son los que día más día veo en quienes esperan a los enemigos de afuera y de adentro; el muñón en el brazo es la cuota de sangre que ha pagado y sigue pagando este pueblo enamorado de la luz y la libertad y la alegría”:
En suma, la reflexión de Cortázar sobre Brenda Rocha Chacón en este libro es una meditación sobre el aporte del individuo a la historia colectiva, la resistencia ante la adversidad y la necesidad de reconocer las voces y las experiencias de aquellos que luchan por un mundo más justo. Su legado se convierte en un recordatorio de que el compromiso con la causa social puede tomar muchas formas creativas y solidarias, y que cada historia de resistencia, como la de Brenda, merece ser contada, valorada y replicada.
Lo anterior sustenta que la influencia de Cortázar en el ámbito cultural y literario se extendió más allá de sus obras. Al unirse a esta causa, se convirtió en un portavoz de la resistencia latinoamericana y ayudó a crear una conciencia colectiva sobre la lucha por los derechos humanos y la justicia en el continente. La Revolución Popular Sandinista también influyó en su obra literaria posterior, donde elementos de la lucha política y social se entrelazaron con su narrativa, dando lugar a una nueva forma de compromiso literario.
Cortázar también usó su plataforma para criticar a aquellos que se oponían a la revolución, en especial a las políticas de los Estados Unidos. Su defensa del sandinismo se enmarcó dentro de un contexto amplio de lucha contra el imperialismo y la explotación. En numerosas ocasiones, cuestionó las intervenciones militares y el financiamiento a los contrarrevolucionarios nicaragüenses, enfatizando que la verdadera democracia debía ser construida desde adentro, por los propios nicaragüenses sin intromisiones extranjeros de países agresores.
En conclusión, el apoyo de Julio Cortázar a las luchas de los pueblos por la dignidad nacional y contra el intervencionismo yanqui, va más allá de un simple respaldo político; representa un compromiso con la transformación social y la dignidad de los pueblos latinoamericanos desde la tribuna literaria.
A través de su literatura y su activismo, Cortázar dejó un legado que continúa inspirando a generaciones de escritores e intelectuales a involucrarse en las luchas por la justicia, creando un diálogo entre la literatura y la realidad sociopolítica. Su voz se mantiene viva en las páginas de su obra, y en los corazones y memoria de los pueblos de nuestra América y de otras latitudes.
Referencias:
Cortázar, J. Nicaragua tan violentamente Dulce. 1983. Managua
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