Barricada

Moisés Absalón Pastora: Al margen del Derecho Internacional

Apareció un senador republicano, un tal Rick Scott de esos blancos como la leche, pescuezo largo y calvo, en su caso tan arrugado que no tiene nada que perder más que las ganas de vivir, que son particularidades propias de la raza aria, la que sostiene que está muy, pero encima de las demás, escribiendo una carta a Joe Biden, actual inquilino de la Casa Blanca y que anda dando palos de ciego por doquier o hasta hablando con su propia sombra, en la que le dice que “permitir que Ortega, Díaz-Canel o Maduro -o sus representantes- ingresen a Estados Unidos les daría una legitimidad que no se han ganado ni merecen”, cada vez y cuando llegan a la sede de la Organización de las Naciones Unidas.

No extraña una propuesta nuevamente descerebrada del poder ario que de todas formas ya se trajo al piso la bandera de las barras y las estrellas porque la Organización de las Naciones Unidas, para lo que aun valga, es en realidad un edificio lampazo que, por estar en territorio imperial y no neutral, se deslegitima todos los días en la medida que viola el derecho internacional cuando invasiva y agresivamente toma para sí a esa ONU que comienza a andar hacia su propia extinción en la medida que el mundo construye para sí un nuevo orden.

La idea, según este cavernícola, es que Daniel Ortega de Nicaragua, Miguel Diaz Chanel de Cuba, Nicolas Maduro de Venezuela o sus delegaciones no asistan el próximo mes a las ponencias anuales que los jefes de gobiernos o sus designados hacen desde el pódium de la Organización de las Naciones Unidas para hablar de temas particulares en sus países o correlacionados que sean del interés de todos.

De Nicaragua, como el loro que repite lo que oye porque es lo que le queda, dice el tal senador, que, a nosotros, los nicaragüenses, se nos ha negado la oportunidad de elegir a nuestro líder nacional, porque Daniel Ortega se las pasó encarcelando el año pasado a sus oponentes.

Lo dicho por este recién estrenado senador republicano, que se suma a los que han hecho de ese foro en los últimos años un ladradero contra los que no se alinean al imperio, es en realidad un estribillo tantas veces repetido que luye en la necedad, que evidencia el profundo dolor de los sectores más conservadores de la política exterior norteamericana por no ver como presidente de Nicaragua a sus fichas, a sus peleles, porque si de elecciones se trata en la década de los noventas Daniel Ortega perdió ante Violeta Chamorro, perdió ante Arnoldo Alemán, perdió ante Enrique Bolaños y en cada oportunidad tuvo la madures política de reconocer los resultados, pero cuando ganó en el 2006 con los mismos magistrados y sistema electoral por el que pasaron sus antecesores, entonces para la Casa Blanca no fueron democráticas, lo que por supuesto a los nicaragüenses nos resbala, porque fuimos los que elegimos a Daniel Ortega como el líder nacional que es legítimo, no por lo que diga el gobierno la dictadura de los Estados Unidos, sino que es legítimo porque así lo decidimos nosotros desde la soberanía, independencia y libertad que vivimos y tenemos.

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Estos congresistas y senadores estadounidenses, que son del mismo piñal del viejo senil que habita en la casa Blanca, llámense estos demócratas o republicanos, -el apellido no les cambia lo retrógrados que son política e ideológicamente- son todo lo contrario al Rey Midas que todo lo que tocaba lo convertía en oro, pues estos lo que tocan lo convierten en mierda y perdónenme la expresión porque lo que pretendo es ser específico y gráfico en lo que quiero decir en la misma medida que ellos lo han sido para empobrecer, saquear, asesinar, violar, torturar y desaparecer desde sus intervenciones, agresiones e invasiones a todo país que en el mundo decida andar por caminos distintos a los de Washington.

La carta que este senador imperial manda a Joe Biden la destaca, desde su pírrica circulación internáutica, el cada vez más extinto y clandestino partido virtual, La Prensa, S.A, porque supone que la amenaza de no concedernos visa para ingresar a Nueva York, donde está la sede de la Organización de las Naciones Unidas, nos quitara a Nicaragua, Cuba y Venezuela el sueño.

El imperio, para aquellos peleles que no les gusta que le digamos así a sus Estados Unidos, aunque sean indios caitudos, chinela de gancho y patas chorreadas como los que somos orgullosos de nuestra nicaraguanidad, cree que Daniel Ortega, Miguel Díaz Chanel o Nicolás Maduro se mueren por ir a New York para ir a decir las verdades en su cara al Tío Sam y que con negar una visa para llegar a la sede de la ONU nos quedaremos con las ganas de denunciar las violaciones a los derechos humanos que el enemigo de la humanidad han ejecutado contra nuestros pueblo.

Estados Unidos, el imperio norteamericano, no se cansa de agredir a los nicaragüenses como igual a todo el mundo. Por sus pistolas se le ocurrió que es el presidente del planeta, que es el dueño de horca y cuchillo, que puede hacer de la dignidad de cada quien un trapo de lampazo y pasarlo por dónde se le ronque porque así es como funciona su democracia y su justicia y de ahí que la relación imperial con Nicaragua sea fatal, como es con Cuba, como es con Venezuela, como lo fue con Bolivia donde consumaron un golpe de estado ejecutado por la fenecida O.E.A.

¿La pregunta en todos estos casos es y qué autoridad moral tiene el imperio norteamericano para sancionarnos, para agredirnos, para limpiarse con la extraterritorialidad de la ONU en New York tras la sugerencia de uno de sus arios de aniquilar el derecho adquirido desde el acta constitutiva de las naciones unidas que a la hora de sus sesiones debe permitir sí o sí que el liderazgo de cada nación diga lo que quiera sobre el tema que quiera?

¿Quién le dijo a Jose Biden, a sus antecesores o sus adláteres que son los policías y jueces de un mundo que realmente los repulsa hoy más que nunca?

¿Quién los nombró como amos de llave de los organismos internacionales que están siendo conducidos a su extinción ante el cada vez más inexorable paso hacia la conformación de un nuevo polo de poder que en el proceso de su creación está rompiendo con la ficticia hegemonía de Estados Unidos que llegó a ser lo que fue por la fuerza de su sin razón, pero jamás por el respeto que es la fuente de toda admiración.

El imperio norteamericano es de los que piensa que a él no se le discute, solo se le debe obedecer; Para él “sus órdenes se acatan” y punto y bajo este esquema la dirigencia imperial y su estructura de gobierno se constituyó en el más grande poder erigido en la historia humana y no hay duda de eso. Su capacidad económica, política y militar, no tiene par. Nunca existió en la historia algo similar, ni siquiera la Alemania Hitleriana lo fue, y seguramente el día que Estados Unidos caiga como imperio porque ya es decadente, lo cual quizá no esté tan lejos, no es seguro que pueda repetirse algo igual porque la humanidad hará lo que tenga que hacer para que nunca más exista algo tan monstruoso.

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Gracias al saqueo que nos han hecho a lo largo de la historia su economía continúa siendo la más grande, pero China, pese al coronavirus que el mismo imperio, dicen, le fabricó, está pisándole los talones o ya lo superó. La inversión militar imperial es la suma de todos los otros países del mundo juntos, sí, pero todas las naciones están estableciendo una sociedad de intereses comunes que las junta para prepararse en un futuro no muy lejano enfrentar a la amenaza del planeta.

Esta comunidad de países observa cómo el imperio en su avidez de control universal ha llegado a la locura de creerse el dios invencible, pero esto es en realidad la evidencia de su propia decadencia porque quiere aparentar una fuerza, que por no ser moral, es la que no tiene y por eso su valentía de levantarle la voz y la mano a los pequeños porque por ejemplo con Rusia, que le ha tomado la delantera en armamentos estratégicos, superándolo en al menos 5 años de avance tecnológico, no lo hace, porque le tiene miedo a Putin quien ha sugerido claramente que cuidado se toca a Nicaragua porque lo tocan a él.

Estados Unidos se empina en las tribunas internacionales hablando de democracia y libertad, pero es el gobierno que más ha intervenido en todo el mundo violando infinitas veces los principios básicos de la no-injerencia entre Estados, promoviendo asesinatos contra líderes políticos en otras naciones, promoviendo dictaduras y dinastías, organizando y financiando golpes de estado e imponiendo presidentes hechos a la medida de sus caprichos como Walker en Nicaragua, como Guaidó en Venezuela o como la pornográfica Añez de Bolivia que ahora está tras las rejas.

Es proverbial su defensa de las libertades civiles, pero con el Acta Patriótica aprobada luego de los atentados contra las Torres Gemelas y su universal cruzada contra el “terrorismo”, funciona peor que la peor dictadura antidemocrática concebible. Su población, sin que lo sepa, está infinitamente más vigilada que la de cualquier régimen dictatorial tercermundista.

La dictadura imperial norteamericana habla a más no poder de la no-proliferación de armas nucleares por parte de países a los que califica de “sospechosos” como Irán y Corea del Norte, pero se permite tener la mitad del arsenal atómico del mundo: 6 mil misiles intercontinentales de los 12 mil que existen en el planeta y mientras condena a los gobiernos de Teherán o de Pyongyang por sus avances en materia nuclear, sin la más mínima vergüenza equipa a Israel con el mismo tipo de armas que fustiga furioso en otras naciones, como de la misma manera determina cual debe ser la capital de Israel a la que se trasladó tras la construcción de una fastuosa embajada, rompiendo así todas las normas del derecho internacional, ámbito en el que siempre hace lo que se le ocurre.

Estados Unidos, el imperio asesino, habla de la transparencia de los mecanismos democráticos en los sistemas políticos de todo el mundo arrogándose el derecho de ser juez de las elecciones que le parecen “dudosas”, pero muchas de sus administraciones federales llegaron a la Casa Blanca con escandalosos fraudes electorales, probados. Además, la metodología electoral que emplea, a través de los colegios de electores, es la más proclive al fraude y de ahí que resulte incomprensible la “victoria” de George Bush Jr sobre Al Gore o de la de Donald Trump que se hizo de la presidencia imperial con 3 millones de votos menos que los que sacó la demócrata de Hilary Clinton o la del mismo Joe Biden cuestionada y denunciada como fraudulenta por el mismo Trump que se quiso hacer el gato bravo con la Casa Blanca de la que poco faltó para que lo sacaran de las mechas.

El Imperio agrede a los gobiernos que califica de autoritarios y a llamado dictadores a líderes como Fidel Castro, Mohamed Gadafi, Nicolás Maduro, Evo Morales, Lula D`Silva o Daniel Ortega según su lógica, pero no lo eran Fulgencio Batista, Anastasio Somoza, Augusto Pinochet, Alfredo Strossner, Jorge Videla, Hugo Banzer, Francois Duvalier, Alberto Fujimorui, Efrain Rios Montt o Manuel Antonio Noriega, solo para citar algunos.

La mayoría de estos dictadores llegaron por la vía de los golpes de estado que fueron armados desde la Casa Blanca desde donde domésticamente se tejieron y consumaron magnicidios como el de Kennedy; el intento de destitución de Clinton con el indecoroso escándalo escenificado a partir de su vida personal con la becaria Mónica Lewinsky y hasta con el propio Donald Trump al que se le abrieron dos proceso políticos para destituirlo por abuso de autoridad, es decir por creerse el emperador del mundo.

El imperio habla de terrorismo -el nuevo demonio de mil cabezas- protegiendo a connotados mercenarios como Luis Posada Carriles, autor de un acto infame en contra de un avión comercial en vuelo con 76 muertes y quien también tomara parte en el atentado en Texas contra la vida del presidente Kennedy.

Se llena la boca hablando de la lucha frontal contra el narcotráfico, cuando sus mismos órganos de seguridad y espionaje promueven el negocio, el cual es un impulso para su economía siendo su población la principal consumidora a escala planetaria.

El imperio vive hablando del respeto a la ley, pero se la salta impunemente cuando abandona los mecanismos civilizados de la humanidad como las Naciones Unidas, la Corte Penal Internacional (CPI), cuando se da el lujo de amenazar a los jueces de la Corte Internacional de la HAYA. Es más, uno de sus ex funcionarios, asesor de seguridad de Donald Trump, -John Bolton- llegó a decir jactanciosamente que si hubiese sido necesario bombardear el edificio de la ONU, que lo harían.

Nicaragua pequeña, pero digna, estoica y guerrera, sí tiene autoridad moral para hablar como constructora de la paz y vamos a ser grandes y por más que la soberbia y la irracionalidad la empujen se levantará por encima de la adversidad porque esta gran nación, que ya hizo morder el polvo de sus agrestes montañas al imperio invasor, está hecha de vigor y de gloria y está hecha para la libertad.