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Moisés Absalón Pastora: ojo con nuestras finanzas

Arrancamos diciembre con todo lo que el representa y con todo lo que encierra en cuanto a colores, luces, sabores y tradiciones. Es decir, las familias, que desde la caída del séptimo mes del año ya comienzan a hablar de purísimas y de navidad, empiezan a proyectar lo que harán con el aguinaldo, que en nuestro caso ya fue tempranamente pagado, para cubrir la demanda en cuanto a recreación, regalos, cena de noche buena y de fin de año.

Lo anterior demanda responsabilidad administrativa con nuestro dinero y a estas alturas ojalá todos hayamos alcanzado ese nivel de seriedad con el manejo de nuestras finanzas porque para aquellos que son padres de familia, además con muchos hijos estudiando, estos más que nadie, no pueden perder de vista lo que se viene en enero con respecto al utilaje escolar y los uniformes que siempre es un gasto serio en el que no se puede dejar de planificar dado que es un trancazo después de un gustazo.

Cuando esto no se observa y por efecto de las actividades decembrinas nos quedamos cortos o por efecto de las mismas navidades necesitamos más para comprar, un recurso que aparentemente salva o nos saca del problema es la tarjeta de crédito o dicho de otra forma el dinero plástico que es uno de los mejores negocios de esos señores de saco, corbata y cuello blanco que no necesitan asaltar a nadie en las calles, sino que les basta y sobra con tener un banco.

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Una de las particularidades insoslayables en la competencia bancaria, es sin duda la tarjeta de crédito. De estas existen en diferentes rangos y modalidades para satisfacer los gustos más exigentes, partiendo claro de la capacidad de ingresos de cada quién.

Desde 1990 a esta parte cuando el neoliberalismo acabó con empresas y negocios de todo calibre, para privatizarlos a precios de guate mojado, es decir “comprados” por cifras ridículas y donde por supuesto el sistema financiero nacional era uno de los platos más apetecidos del capitalismo salvaje, muchas instituciones financieras desaparecieron.

Entre esas el Banco Nacional de Desarrollo y el Banco Nicaragüense de Industria y Comercio, que fueron recontra ordeñados por el gobierno conservador de Violeta Barrios al conceder préstamos a todos sus allegados que desviaron prendas que nunca pagaron porque de los millones que les entregaron no devolvieron un solo centavo y todo lo que se les financió para producir la tierra, ese era el cuento, se lo gastaron en hoteles, playas y viajes y aquello fue tan oneroso, un robo tan burdo, que ni la misma Prensa, S.A de carretera norte, que tenía por socios a quienes gobernaban el país en ese momento, no pudo evitar las críticas contra los hechores y apañadores de aquel orgiástico festín con los bienes del pueblo nicaragüense.

Recuerdo que hubo un intento muy cosmético por hacernos creer que aquellos que se habían enjaranado con el Banco Nacional de Desarrollo, BND o el Banco Nicaragüense de Industria y Comercio, BANIC, debían pagar y para hacérnoslo creer se hizo en algunos canales de televisión una campaña en la que aparecía un productor pidiendo un préstamo a esas entidades financieras del estado, y acto seguido aparecía, el mismo productor acompañado de su guapa esposa, la marimba de chavalos y una guía turística donde destacaba la espectacular e iluminada Torre Eiffel.

Tengo bien presente como aquella irresponsabilidad al final terminó hundiendo al Banco Nacional de Desarrollo, BND y al Banco Nicaragüense de Industria y Comercio, BANIC, a pesar que el gobierno de Violeta Barrios, con el cuento de salvar a esas entidades bancarias, les inyectó sus buenos cienes de millones de córdobas, aunque al final también se dedujo que aquello era solo una mampara, para que se creyera que el esfuerzo por un rescate se había hecho y que claro terminó como se había planificado con la quiebra de las instituciones y la salvada para muchos “empresarios”, a los que todavía les vemos la jacha y ahora en plan de “políticos”, pero también como honestísimos banqueros.

Por ejemplo, del Banco Nicaragüense de Industria y Comercio, BANIC, adquirido por cuatro centavos por Donald Spenser y más tarde por los Zamora nació lo que ahora conocemos como LaFise, que compró el edificio central que ahora ocupa allá por la Rotonda Centroamérica, por una cifra ridícula que se estableció sobre una base de 13 millones de dólares pero de lo que al final se conoció que nunca llegó ni al 30% de ese total y para que tengan una idea del chanchuyo solo el edificio que antes se conocía como el Oscar Pérez Cassar, estaba valorado en muchísimo, pero muchísimo más que los 13 millones de dólares que nunca se pagaron.

Claro una vez que la banca privada se estableció formalmente, vinieron los grandes negocios bancarios y entre ellos por supuesto las tales tarjetas de crédito sobre las cuales tengo que advertir mucho cuidado en su uso, porque efectivamente sirven, pero si nos desbocamos en su uso y terminamos financiando cosas que no debemos podemos terminar en la quiebra total.

Antes de abril de 2018, que algunos banqueros asumieron el rol de patrocinadores del fallido golpe de estado, apostando a que un gobierno puesto por ellos los haría echarse a la bolsa millones y millones de dólares de una manera más acelerada, los requisitos para tener una tarjeta de crédito eran fáciles porque como había una economía más sólida, había más empleo y el nivel de vida de los nicaragüenses crecía como la espuma, entonces las tarjetas de crédito se repartían como naipes para endeudar a los incautos y te las ofrecían en las gasolineras y hasta por teléfono de manera gratuita.

En ese tiempo el cuadro económico de quien la tomara no era tan importante y hasta aquellos que tienen ingresos de hasta menos del salario mínimo podía tener la propia, siempre y cuando existiese el respaldo de un fiador solidario en la mayoría de los casos, aunque hubo bancos que las ofrecieron sin ese requisito en la lógica de sus promociones.

Lo anterior lo dejo como introducción al tema y partamos de que no está mal que existan las tarjetas de crédito. Después de todo quiénes las usan salen de algunas emergencias gracias a ellas.

Sin embargo, sabiendo que vivimos de cabeza en una sociedad de consumo, aspecto por demás progresivo, debemos tener mucho cuidado con el uso que les damos por la inexistencia de una ley que las regule y por la aceptación nuestra de las condiciones a la hora de adquirirlas cuando firmamos el contrato pues de todas formas si algo no nos parece eso no está sujeto a discusión, simplemente, optamos por una de dos o sí o no pues la letra menuda no está en discusión porque el cuerdo no es para beneficiar al cliente pero sí al emisor.

El asunto es que las tarjetas de crédito nos pueden salvar o nos puede hundir de acuerdo al criterio que apliquemos para su uso. Los que las expiden no tienen ningún problema porque nunca perderán nada pues de previo a cualquier contratación están asegurados. Los que pueden tener problemas son quienes las usan para financiarse, atraídos por los pagos mínimos sobre los cuales hay que tener una disciplina y control absoluto para no montarse sobre ellos creyendo que de alguna forma con la cuota mensual se amortiza la deuda principal sin saber que lo que mayormente se pagan son únicamente intereses mientras el banco celebra que exista siempre una deuda que pagarle.

Los Bancos, tiendas o empresas en Nicaragua que expiden tarjetas de crédito viven como en cualquier otra parte del mundo de los intereses, con la diferencia de que aquí se añade el deslizamiento de la moneda, el manejo de la cuenta, intereses por mora y otros rubros que hacen difícil cancelar la deuda una vez que ésta ha llegado al límite.

Por encima de eso en no pocos casos nos obligan a pagar la renovación de las tarjetas de Crédito con la certeza de que en el cobro nos vendrán reflejados los 35 o 40 dólares, para el pago del plástico cuando a ellos no les cuesta ni el dólar la confección de la tarjeta y a eso llamo yo un negocio redondo a costa de los miles de tontos pues mientras para el tarjetahabiente es solo un cúmulo más al detalle de la facturación, para ellos, el banco, es una millonada de Córdobas o dólares sin esfuerzo alguno que solo trasladan digitalmente al centro madre de la red computarizada y creo que en ese sentido deberían al menos tener algunas consideraciones para los tarjeta habientes antiguos que han mantenido una tradición de pago impecable. Sin embargo, eso difícilmente está en los números fríos de los banqueros de los que no en balde comentamos que no tienen alma para asaltar la bolsa del necesitado.

Otro aspecto ingrato de los Bancos que nos la ponen de oro para que caigamos en la trampa de las tarjetas es lo que hacen con los fiadores. Los fiadores son firmas solidarias que muchas veces se estampan para certificar la honradez de una persona que desea un crédito, pero muchas veces ocurre que la confianza se traiciona y los que vinieron a pedirnos un favor se irresponsabilizan, no cumplen con sus obligaciones y al final terminan dejando en la calle al que le extendió la mano.

Esto por supuesto no es nuevo. Yo entiendo que si avalo a una persona con mi firma para que se le otorgue un crédito es porque creo en ella y si me traiciona o me queda mal no hay más que pagar el riesgo que tomé estampando mi firma, porque también pude haberme negado a ello y de eso estoy claro.

Como dije al comienzo las tarjetas de crédito no son malas porque salvan, pero lo que sí definitivamente está mal es el sistema que aplican ciertas casas comerciales y hasta restaurantes, que aceptan tarjetas de crédito siempre y cuando uno permita que sobre la facturación neta de lo que se compre o consuma se añada el cobro de un 6% que no es otra cosa que la comisión que imponen los bancos a esos restaurantes o centros comerciales, que al verse esquilmados afectan también al cliente y así la cadena se vuelve un verdadero chorizo de corrupción reflejado muy bonitamente en el estado de cuenta.

Nuestra reflexión entonces va dirigida a todo ciudadano que sea usuario de las tarjetas de crédito y más a aquel que por vanidad, fachentada o hasta ignorancia cree que entre más tarjetas tiene más importante es, pues sé de algunos que hasta se empinan cuando orgullosamente nos muestran las enormes ristras de Visas, Master Card, Credomatic u otras. Eso no lo hace a uno más importantes, nos hace más deudores y los únicos que sacan ganancias de ello son los bancos que las extienden y que deberían ser sujetos de una revisión por parte de la Asamblea Nacional para meter en cintura a muchos bancos que se aprovecharon de las pequeñas y medianas empresas que sufrieron por el vandalismo impuesto al país a raíz del 2018, que por lo mismo fueron a la quiebra y es la fecha y aún siguen siendo acosados por esos bancos que no se abren a negociaciones.

Quise abordar sobre las tarjetas de crédito porque nuevamente los celulares están siendo marcados desde los Call Center para ofrecerlas y aunque esa es la evidencia de que el país va en la ruta de su recuperación económica, tengamos cuidado que sino las sabemos usar mañana perderemos la capacidad de pago y con ello lo único que nos sobre vendrá será la angustia.