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Recordando a los Héroes del 4 de noviembre de 1967

Escrito por : Redacción Central 4 de noviembre de 2025

En el marco del 58 aniversario de la conmemoración del 4 de noviembre de 1967, el equipo de Barricada comparte un escrito de su versión impresa publicada el 04 de noviembre de 1979

La criminalidad somocista contra los militantes del Frente Sandinista de Liberación Nacional fue desatada desde los primeros años en que la vanguardia del pueblo nicaragüense empezó su grandiosa lucha libertadora. Cada vez esa criminalidad fue manifestándose con más crueldad y nunca aminoró en su pretensión imposible de liquidar la organización.

Hoy 4 de noviembre se conmemora una efemérides sandinista que estremeció al país aquel día de 1967, cuando bajo el mando del Alesio Gutiérrez, varias patrullas policíacas del somocismo cayeron sobre una casa del Barrio Monseñor Lezcano que cuatro militantes del FSLN habían convertido en cuartel de sus actividades patrióticas y libertarias.

Eran ellos Roberto Amaya, estudiante del Instituto Ramirez Goyena, Casimiro Sotelo, Edmundo Pérez y Hugo Medina, también estudiante. Los cuatro se encontraban en la casa a la hora del asalto somocista. Con ellos se hallaban también Gladys Báez y Azucena Díaz (Susy), quienes lograron sobrevivir al crimen.

Los periodistas de Barricada hicieron hoy un recorrido por el vecindario, tomando los relatos de los vecinos que fueron testigos de aquel hecho.

«Fue un sábado 04 de noviembre de 1967, como a las 12 del día», manifestó con lagrimas en los ojos el señor Alejandro Zambrana, quien era vecino de los jóvenes sandinistas, que vivían exactamente de la Estatua de Monseñor Lezcano 5 cuadras y media abajo, en una casa de seguridad.

Agrega el señor Zambrana, que en esa época en su casa de habitación había una zapatería y se encontraba él y los otros zapateros en faenas de trabajo, cuando como a las 12 del día llegó corriendo su pequeña hija Eneida, que venia del traspatio de la casa que ocupaban nuestros hermanos sandinistas, diciendo «llegaron unos hombres con grandes pistolotas, donde estaba jugando».

«Todos nos alarmamos», dijo el señor Zambrano y salieron a ver lo que pasaba cuando en esos momentos el criminal Alesio Gutiérrez entraba por un zaguán que era accesible para el traspatio, donde además había una casa habitada por el supuestamente delatador, situada a pocos metros de la de los jóvenes sandinistas y la separaba un débil alambrado.

Añade el señor Zambrana, que además entraron por la puerta principal de la casa de seguridad varios hombres vestidos de civil, armados fuertemente, mientras varios guardias somocistas vigilaban por todo el sector.

Explica Zambrano, que ante el gran contingente de los esbirros, él entró a su casa, y pudo observar a través de un bajo uro que dividía su casa de la de los hermanos sandinistas.

Allí vi cuando Alesio llegó al traspatio en compañía de otro GN; en ese momento uno de los sandinista se bañaba, y otros dormían. El oficial dijo «no se muevan», en el momento en que otros dos combatientes salían a ver lo que pasaba, sin disparar un solo tiro». Alesio les dijo «hijos de… quieren que los mate como mataron a Lacayito, pónganse de frente».

Efectivamente los jóvenes se subieron a una acera en el traspatio, y Alesio criminalmente los barrió con varias rafagas, hiriéndoles las piernas, pero no sus partes vitales. Heridos cayeron boca abajo, y el criminal continuaba disparando en una pared.

Inmediatamente varios efectivos entraron al lugar de los hechos sacaron a los muchachos ya heridos a punta de patadas y del pelo. Continua narrando el testigo, que cuando salieron a la calle uno de los jóvenes cayó desmayado e inconsciente en una cuneta. Alesio salió por la puerta principal de la casa y dijo a gritos en la calle, «se fijan como peleamos», para que la gente creyera que venía de una gran batalla, dijo enardecido el señor Zambrano.

Siguió contando Zambrano que cuando Alesio gritaba, llegaba un taxi al cual le dijo que se parara porque si no lo mataba, y saco a los ocupantes ordenando a sus bestias que metiera a los tres heridos en el taxi, lo mismo que a una de las mujeres que habitaba en la casa de seguridad.

Algo que tengo bien presente, dijo el señor Zambrano es que cuando montaron a los muchachos en el carro, uno de ellos no podía meter las piernas en el vehículo por que las llevaba como desarticuladas, por lo que uno de los esbirros se las metió a patadas.

Mientras tanto, el otro joven que había caído en la cuneta continuaba inconsciente, por lo que un guardia le dijo a Alesio «señor, parece que ese hombre se está muriendo», a lo que Alesio contestó con la mayor frialdad que lo dejaran morir, y lo montaron en un jeep Nissan, el que fue conducido junto con el taxi rumbo hacía el sur, mientras la casa era ocupada por guardias somocistas en las que permanecieron varios días.

El señor Zambrano dijo que tanto él y los vecinos del lugar se extrañaron cuando por los diarios se decía que los sandinistas habían muerto en combate, cuando a él le consta que sólo iban heridos.

Finalmente nos manifestó que los hermanos sandinistas creen que los denunció el hombre que vivía en el traspatio, pues era chofer de la guardia y paramilitar. No saben nada de él pero afirmó que como a los dos días de los macabros sucesos él se marchó del lugar y que hay personas que dicen que por esto al soplón lo premiaron con una casa y un carro.

Por su parte la señora Bertha Villalta, dueña de una pulpería situada frente donde vivían nuestros hermanos sandinistas nos manifestó que cerda de las 12 del día llegó a su venta Edmundo Pérez a comprar unas galletas simples, queso y hielo porque ya iban a almorzar.

A los minutos que el joven Pérez entró a la casa de seguridad sucedieron los hechos. Ella recuerda que todos salieron vivos, sólo el que acababa de comprar en su pulpería cayó por la cuneta, pero vivo. Manifestó que los muchachos llegaban a comprar a su pulpería porque no sabía sus nombres, hasta que salieron en los periódicos y que el bandido de Alesio dijo que habían muerto en combate.