“Octubre constituyó incuestionablemente un anuncio del reconocimiento
de la lucha de las masas y su participación beligerante
como sus protagonistas directos de hechos combativos,
fue la primera clarinada de la gran insurrección,
que, en su ofensiva final, daría al traste con la tiranía”.
Cmdte. Carlos Núñez Téllez
El Equipo de Barricada/Historia comparte con sus lectores un escrito del Comandante de la Revolución, Carlos Núñez Téllez, publicado en nuestra versión impresa de los años ochenta.
En las páginas que les presentamos a continuación, el Comandante Carlos Núñez Téllez analiza el contexto, en el cual se produjo la insurrección guerrillera de octubre 77 y las grandes lecciones que esta dejó, para el movimiento popular y particularmente para la vanguardia del FSLN.
La historia de la lucha revolucionaria de Nicaragua tiene en las heroicas jornadas de octubre de 1977 uno de sus eslabones más importantes. No se trata únicamente de los niveles de heroicidad que allí fueron alcanzados y constituye una de nuestras páginas más gloriosas, también por sus profundas repercusiones de la conformación de lo que sería la estrategia del FSLN para el derrocamiento de la dictadura y la toma de poder.
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El período inmediatamente anterior – de diciembre del 74 hasta octubre del 77 – se caracteriza de una sistematización casi sin precedentes de la represión. Son años de grandes embates de la dictadura del movimiento popular que tiene como objetivo central el aniquilamiento del FSLN, años extremadamente duros para la vanguardia revolucionaria.
Durante 33 meses Somoza ejerció de manera directa un absoluto control del estado, del aparato militar e, incluso de las relaciones económicas, procediendo a la más arbitraria política-económica, que trajo como consecuencia el deterioro creciente de su representante del conjunto de la burguesía.
En medio de una crisis socio-política sería fundamentalmente enraizada en la desastrosa gestión económica, amparado en el estado de sitio y la ley marcial, Somoza desata un feroz acoso a los contingentes guerrilleros en la montaña, a la persecución implacables a los militantes del FSLN en la ciudad, la más violenta represión contra las bases sociales del movimiento revolucionario.
Cuando el terror institucionalizado parecía configurar el aniquilamiento de la alternativa revolucionaria, ya para entonces encargada claramente por el FSLN, la reactivación de la lucha de masas en su distinto frente es la que va templando – en las más difíciles condiciones – la capacidad y la voluntad de lucha de las masas populares. Las luchas obreras, las luchas estudiantiles, el renovado impulso de la lucha por la reivindicaciones políticas y democráticas, la resistencia violenta a las bandas somocistas, las denuncias nacionales e internacionales del régimen del terror y el genocidio contra nuestros campesinos van conformando niveles cada vez más altos de conciencia en el pueblo al punto que conjuntamente con otros elementos son factor determinante en el intento del régimen y sus aliados imperialista de implementar una farsa democratizante y demagógica apelando al concurso de la burguesía opositora.
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La reacción y el imperialismo daban por aniquilado al sandinismo. Confiados, intentarían aniquilarlo políticamente con un proyecto sui-generis reformista burgués. La demostración de los avances y la reafirmación de la lucha armada por parte del movimiento revolucionario fue la gloriosa jornada de octubre.
San Carlos, Masaya y Ocotal plantean claramente que, pese a los reveses y la persecución, el FSLN no se arredra que es capaz de retomar la ofensiva. Demuestra la autoridad política del FSLN en el seno de pueblo y del pueblo ha alcanzado un nivel de conciencia que lo lleva a tomar las armas al llamado de la vanguardia.
La ofensiva de octubre de 1977 es una demostración contundente del carácter ilegitimo de cualquier reagrupación político que, a instancias del imperialismo pretendía salvar la eminente crisis total mediante un somozismo “Remozado”.
Octubre es el campanazo, es el aviso que en el futuro se desencadenaría un proceso ininterrumpido de integración de las masas populares a la lucha armada como vía fundamental al derrocamiento de la dictadura y la toma de poder en función del logro de sus objetivos históricos.
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Grandes fueron las lecciones de octubre para el movimiento popular y particularmente para la vanguardia. El primer mandato que se deriva de octubre es la unidad como tarea impostergable para los sandinistas. Este fue el legado del sandinista que cayeron en esta jornada, entre ellos Pedro Araúz, el entrañable “Federico”, uno de los dirigentes más caracterizados de nuestra vanguardia quien forjó y aportó grandes experiencias en materia organizativa y cuyos enormes esfuerzos fueron factores importantes en la estructuración del FSLN a nivel nacional.
San Carlos, Masaya y Ocotal son el detonante que pone el manifiesto que hay condiciones para dar el salto cualitativo en el desarrollo de la lucha y de que este salto dependerá -y eso se confirma meses después- la victoria o derrota de las fuerzas revolucionarias.
Octubre incide en la perspectiva militar de la vanguardia. Una de sus lecciones es que la guerra también puede librarse en las ciudades y que hay disponibilidad de las masas para hacerlo. Octubre constituyó incuestionablemente un anuncio del reconocimiento de la lucha de las masas y su participación beligerante como sus protagonistas directos de hechos combativos, fue la primera clarinada de la gran insurrección que, en su ofensiva final daría al traste con la tiranía.