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El Manifiesto de San Albino

Un día como hoy de 1927, hace 96 años, el General Sandino dio a conocer su primer Manifiesto desde el Mineral de San Albino. Un documento histórico esencial para comprender sus ideales y las razones profundas que lo llevaron a luchar, con el EDSNN, para la liberación de Nicaragua. «Juro ante la Patria y ante la historia que mi espada defenderá, el decoro nacional y que será redención para los oprimidos».

El contexto

El 4 de mayo de 1927, el traidor José María Moncada Tapia, suscribe en el municipio de Tipitapa, un acuerdo para poner fin a la guerra constitucionalista (1926-1927) contra el gobierno de Adolfo Díaz. Este acuerdo se hizo con la presencia del coronel Henry L. Stimpson, representante del presidente estadounidense Calvin Coolidge.

Estos acuerdos fueron impuestos con la presencia armada del ejército de Estados Unidos. El 24 de diciembre de 1926, a pedido del vende patria de Adolfo Díaz, habían desembarcado en Puerto Cabezas 5,000 marines y 16 buques de guerra, bajo el mando del Almirante Julián Latimer. Puerto Cabezas fue declarada como zona neutral por los invasores, y se demandó a Sacasa y las fuerzas constitucionalistas, el abandono del pueblo y la entrega de las armas. De estas armas entregadas, Sandino logró recuperar 40 fusiles, con los que regresó a las Segovias, para incorporarse a la guerra constitucionalista.

El Pacto del Espino Negro

Los acuerdos se basaron en cinco puntos: 1) La permanencia en el poder del presidente (inconstitucional) Adolfo Díaz, hasta las siguientes elecciones de 1928. 2)La “supervigilancia” de las elecciones por los EEUU. 3)El desarme general de las tropas nicaragüenses en conflicto. 4)La entrega de las armas a los EEUU. 5) La creación de la Guardia Nacional (G.N.) de Somoza; que tuvo al pueblo nicaragüense bajo una férrea dictadura militar por 45 años.  

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Con la firma de estos acuerdos, Moncada se aseguró ser el próximo presidente de Nicaragua, pero no todos sus generales estuvieron de acuerdo.  Moncada expresó que el 4 de mayo, era día de fiesta nacional por la suscripción de los acuerdos del Espino Negro, pero el General Augusto C. Sandino,  quien se opuso a estos acuerdos, dijo que, “el  4 de mayo, debe de ser, efectivamente día de fiesta nacional, no porque en ese día Moncada, haya vendido al Ejército Liberal, del cual era General en Jefe, como a una partida de bestias; debe ser fiesta nacional, porque ese día Nicaragua probó ante el mundo que su Honor Nacional, no se humilla; que le quedan todavía hijos que ofrendarían su sangre para lavar la mancha que sobre ella echen los traidores”.

Desde San Albino, un documento programático

Dos meses después, el General Sandino hizo público el Manifiesto de San Albino, en el que se declaró el inicio de la lucha contra la intervención norteamericana.  En este histórico manifiesto, dirigido al pueblo nicaragüense y a los pueblos latinoamericanos, Sandino se define como un patriota que asume el compromiso de luchar por la soberanía; lo hace como un nicaragüense portador de la atávica ancestralidad indígena, como obrero que surge del seno de los oprimidos y como internacionalista.  Asume la lucha sin exigir nada para él mismo, ni siquiera un palmo de tierra para su sepultura.

El Manifiesto de San Albino, es un llamado a la conciencia patriótica, a la lucha sin tregua por la soberanía y autodeterminación. Representa también un recordatorio para las generaciones actuales, porque, hoy como ayer, existen malos hijos de la patria que, como José María Moncada y Emiliano Chamorro, han perdido el derecho de nacionalidad por su ambición desmedida y por su sumisión a los intereses extranjeros.

MANIFIESTO

A los nicaragüenses, a los centroamericanos, a la raza indohispana:

El hombre que de su patria no exige un palmo de tierra para su sepultura, merece ser oído, y no sólo ser oído sino también creído.

Soy nicaragüense y me siento orgulloso de que en mis venas circule, más que cualquiera, la sangre india americana que por atavismo encierra el misterio de ser patriota leal y sincero.

El vínculo de nacionalidad me da derecho asumir la responsabilidad de mis actos en las cuestiones de Nicaragua y, por ende, de la América Central y de todo el Continente de nuestra habla, sin importarme que los pesimistas y los cobardes me den el título que a su calidad de eunucos más les acomode.

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Soy trabajador de la ciudad, artesano como se dice en este país, pero mi ideal campea en un amplio horizonte de internacionalismo, en el derecho de ser libre y de exigir justicia, aunque para alcanzar ese estado de perfección sea necesario derramar la propia y la ajena sangre. Que soy plebeyo dirán los oligarcas o sean las ocas del cenagal.

No importa: mi mayor honra es surgir del seno de los oprimidos, que son el alma y el nervio de la raza, los que hemos vivido postergados y a merced de los desvergonzados sicarios que ayudaron a incubar el delito de alta traición: los conservadores de Nicaragua que hirieron el corazón libre de la Patria y que nos perseguían encarnizadamente como si no fuéramos hijos de una misma nación.

Hace diecisiete años Adolfo Díaz y Emiliano Chamorro dejaron de ser nicaragüenses, porque la ambición mató el derecho de su nacionalidad, pues ellos arrancaron del asta la bandera que nos cubría a todos los nicaragüenses. Hoy esa bandera ondea perezosa y humillada por la ingratitud e indiferencia de sus hijos que no hacen un esfuerzo sobrehumano para libertarla de las garras de la monstruosa águila de pico encorvado que se alimenta con la sangre de este pueblo, mientras en el Campo Marte de Managua flota la bandera que representa el asesinato de pueblos débiles y enemiga de nuestra raza e idioma.

¿Quiénes son los que ataron a mi patria al poste de la ignominia? Díaz y Chamorro y sus secuaces que aún quieren tener derecho a gobernar esta desventurada patria, apoyados por las bayonetas y las Springfield del invasor.

¡No! ¡Mil veces no!

La revolución liberal está en pie. Hay quienes no han traicionado, quienes no claudicaron ni vendieron sus rifles para satisfacer la ambición de Moncada. Está en pie y hoy más que nunca fortalecida, porque sólo quedan en ella elementos de valor y abnegación.

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Si desgraciadamente Moncada el traidor faltó a sus deberes de militar y de patriota, no fue porque la mayoría de los Jefes que formábamos en la Legión del Ejercito Liberal fuéramos analfabetas, y que pudiera, por ese motivo, imponernos como emperador su desenfrenada ambición. En las filas del liberalismo hay hombres conscientes que saben interpretar los deberes que impone el honor militar, así como el decoro nacional, supuesto que el Ejército es la base fundamental en que descansa la honra de la Patria, y por lo mismo no puede personalizar sus actos porque faltaría a sus deberes.

Yo juzgo a Moncada ante la Historia y ante la Patria como un desertor de nuestras filas, con el agravante de haberse pasado al enemigo

Nadie lo autorizó a que abandonara las filas de la revolución para celebrar tratados secretos con el enemigo, mayormente con los invasores de mi Patria. Su jerarquía le obligaba a morir como hombre antes que aceptar la humillación de su Patria, de su Partido y de sus correligionarios.

¡Crímenes imperdonables que reclama la vindicta!

Los pesimistas dirán que soy muy pequeño para la obra que tengo emprendida; pero mi insignificancia está sobrepujada por la altivez de mi corazón de patriota, y así juro ante la Patria y ante la historia que mi espada defenderá, el decoro nacional y que será redención para los oprimidos.

Acepto la invitación a la lucha y yo mismo la provoco y al reto del invasor cobarde y de los traidores de mi Patria, contesto con mi grito de combate y mi pecho y el de mis soldados formarán murallas donde se lleguen a estrellar legiones de los enemigos de Nicaragua. Podrá morir el último de mis soldados, que son los soldados de la libertad de Nicaragua, pero antes, más de un batallón de los vuestros, invasor rubio, habrán mordido el polvo de mis agrestes montañas.

No seré Magdalena que de rodillas implore el perdón de mis enemigos, que son los enemigos de Nicaragua, porque creo que nadie tiene derecho en la tierra a ser semidiós.

Quiero convencer a los nicaragüenses fríos, a los centroamericanos indiferentes y a la raza indohispana, que en una estribación de la cordillera andina, hay un grupo de patriotas que sabrán luchar y morir como hombres, en lucha abierta, defendiendo el decoro nacional.

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Venid, gleba de morfinómanos; venid a asesinarnos en nuestra propia tierra, que yo os espero a pie firme al frente de mis patriotas soldados, sin importarme el número de vosotros; pero tened presente que cuando esto suceda, la destrucción de vuestra grandeza trepidará en el Capitolio de Washington, enrojeciendo con vuestra sangre la esfera blanca que corona vuestra famosa White House, antro donde maquináis vuestros crímenes.

Yo quiero asegurar a los Gobiernos de Centro América, mayormente al de Honduras, que mi actitud no debe preocuparle, creyendo que porque tengo elementos más que suficientes, invadiría su territorio en actitud bélica para derrocarlo. No. No soy un mercenario sino un patriota que no permite un ultraje a nuestra soberanía.

Deseo que, ya que la naturaleza ha dotado a nuestra patria de riquezas envidiables y nos ha puesto como el punto de reunión del mundo y que ese privilegio natural es el que ha dado lugar a que seamos codiciados hasta el extremo de querernos esclavizar, por lo mismo anhelo romper la ligadura con que nos ha atado el nefasto chamorrismo.

Nuestra joven patria, esa morena tropical, debe ser la que ostente en su cabeza el gorro frigio con el bellísimo lema que simboliza nuestra divisa Rojo y Negro y no la violada por aventureros morfinómanos yankees traídos por cuatro esperpentos que dicen haber nacido aquí en mi Patria.

El mundo sería un desequilibrado permitiendo que sólo los Estados Unidos de Norte América sean dueños de nuestro Canal, pues sería tanto como quedar a merced de las decisiones del Coloso del Norte, de quién tendría que ser tributario; los absorbentes de mala fe, que quieren aparecer como dueños sin que justifiquen tal pretensión.

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La civilización exige que se abra el Canal de Nicaragua, pero que se haga con capital de todo el mundo y no sea exclusivamente de Norte América, pues por lo menos la mitad del valor de las construcciones deberá ser con capital de la América Latina y la otra mitad de los demás países del mundo que desean tener acciones en dicha empresa, y que los Estados Unidos de Norte América sólo pueden tener los tres millones que les dieron a los traidores Chamorro, Díaz y Cuadra Pasos; y Nicaragua, mi Patria, recibirá los impuestos que en derecho y justicia le corresponden, con lo cual tendríamos suficientes ingresos para cruzar de ferrocarriles todo nuestro territorio y educar a nuestro pueblo en el verdadero ambiente de democracia efectiva, y asimismo seamos respetados y no nos miren con el sangriento desprecio que hoy sufrimos.

Pueblo hermano:

Al dejar expuestos mis ardientes deseos por la defensa de la Patria, os acojo en mis filas sin distinción de color político, siempre que vengáis bien intencionados para defender el decoro nacional, pues tened presente que a todos se puede engañar con el tiempo, pero con el tiempo no se puede engañar a todos.

Mineral de San Albino, Nueva Segovia, Nicaragua, C. A., Julio 1 de 1927.

Patria y Libertad

A. C. Sandino

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