Barricada

16 de Julio de 1927: la Batalla de Ocotal

Hace 95 años, el 16 de julio de 1927, el General Augusto César Sandino, quien había rechazado la oferta económica y política del enviado del Presidente de Estados Unidos de Norteamérica, Henry L. Stimson, conocida como el “Pacto del Espino Negro” (4 de mayo de 1927); decidió atacar la ciudad de Ocotal, ciudad fronteriza con Honduras, específicamente al cuartel de los Marines Norteamericanos y de la recién creada Guardia Nacional (GN), acantonados en este cuartel, como una respuesta contundente a las provocaciones insolentes e imperialistas del jefe de dicha guarnición militar, el Capitán USMC Gilbert D. Hatfield.

Esa fue la primera acción militar que respaldaba su decisión política de no aceptar la imposición del Imperialismo Norteamericano, es decir, pasaba de la teoría nacionalista y antintervencionista, a una militancia consecuente con su postulado de luchar con las armas en la mano, antes que aceptar la imposición de los Estados Unidos de Norteamérica.

Sandino pudo quedarse en la retórica, y poco a poco disolver su ánimo, pero no fue así, más bien, toma la decisión de atacar un cuartel combinado de Marines y Guardias Nacionales, para demostrar con esta acción su firmeza e irreversible decisión de luchar por una Patria en Libertad o morir en defensa de la Soberanía Nacional.

Desde el ataque al cuartel de Ocotal, 16 de julio de 1927, hasta le exitosa operación militar del nuevo Ejército Defensor de la Soberanía Nacional (EDSN) al cuartel militar combinado de Marines y Guardia Nacional (GN) en Telpaneca, hecho sucedido el 19 de Septiembre del mismo año de 1927; los Marines se dan a una tenaz persecución del General de Hombres Libres, rastreándolo por todos los rumbos posibles después de su salida de Ocotal.

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Los vemos alcanzándolo en El Jícaro, donde casi lo matan, según él mismo dice en una de sus cartas, y luego desaparece a la vista de los Marines, quienes no logran encontrarlo para asesinarlo en ninguno de los pueblos del área geográfica de Nueva Segovia. Comienza a mencionarse su cuartel general “El Chipote”, como una ciudad escondida en las montañas, desde la cual sus hombres salían a hostigar a los Marines y a la Guardia, sin ser localizados. La obsesión por descubrir el paradero de El Chipote, se comerá las ansias de los Imperialistas y sus lacayos. Sandino es un fantasma y el Sandinismo comienza a crecer no solo en hombres sobre las armas, sino también en mística y leyenda popular.

Atrás en Ocotal ha quedado el cuerpo inerte del héroe de la primera batalla antimperialista del General Sandino contra los Estados Unidos de Norteamérica. El Coronel Antonio Rufo Marín, quien después de poner una bandera rojinegra en el área frontal del cuartel de Ocotal le toca la suerte de una bala disparada por el Imperialismo, terminando una corta carrera militar al mando del General Sandino, pero adquiriendo la honra de inscribir su nombre en la historia de Nicaragua, como un héroe por la dignidad y la soberanía de Nicaragua.

La bandera que se quedó atrapada en manos de los Marines, fue exhibida luego por los yanquis, y existe una foto que reproducimos en esta revista, en la cual varios de ellos la muestran como trofeo de guerra. Uno de estos Marines, el Teniente GN, Thomas G. Bruce (sargento de la USMC), morirá en enero del siguiente año, 1928, en el combate de las cruces, con varios de sus hombres que enarbolaban el 16 de julio, como signo de victoria, la bandera del General Sandino.

Los Combates de Ocotal, San Fernando y los Calpules. 1 agosto de 1927. A.C. Sandino.

Se llegó a Ocotal quince minutos antes de la una de la mañana del 16 de julio próximo pasado, y mientras se hizo el dispositivo de combate transcurrieron quince minutos. A la una en punto sonó el primer disparo contra el retén que los invasores y traidores tenían en el lugar de El Divisadero, el cual se tomó por asalto, siendo simultáneos todos los asaltos a los demás retenes que tenía alrededor de dicha población, los cuales fueron aniquilados y perseguidos los que lograron fugarse hasta el centro de la ciudad.

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El combate duró quince horas, habiendo sido sitiados y sin poder beber agua los yanquis y esbirros constabularios. El pavor les obligó a sostenerse en sus murallas, esperando ahí la muerte que nosotros les quisiéramos dar; pero nuestro corazón humanitario dio lugar a que se nos criticara, porque para acabar con ellos lo más sencillo era haber incendiado las dos manzanas donde quedaron reducidos los cobardes felones que hacían alarde de grandezas. Las familias dueñas de casas que componían las dos manzanas, nos suplicaron con lágrimas en los ojos, no acentuáramos la desgracia en que quedarían si procedíamos a incendiar, y reflexionando que las que me suplicaban eran mis compatriotas, sacrifiqué el triunfo completo.

Así fue que aquel atajo de cerdos quedó con vida, pues sobre mi triunfo se imponían lo intereses de mis connacionales, y eso obligó a dar órdenes a mi gente para replegarse y salir en perfecta organización; desgraciadamente hubo que lamentar la muerte de seis de mis bravos soldados, entre ellos la del valiente Coronel Rufo Marín. La Historia inmortalizará sus nombres. Capturamos al enemigo noventa acémilas, monturas y treinta y dos rifles Springfield, con su correspondiente equipo.

El 25 del mismo mes aparecieron los yanquis con banderas blancas desplegadas en la plaza de San Fernando, y cuando estuvieron a quince yardas de las puestas del cuartel, hicieron fuego sobre cinco soldados que estaban de guardia en dicho cuartel, recibiendo la muerte uno de mis patriotas soldados y tres de los invasores.

 Inmediatamente ordené a la caballería que expedicionaba por la parte más cercana a San Fernando, impidiera y hostilizara al invasor, mientras las demás caballerías se reconcentraban a nuestro cuartel general, para la mejor organización de las guerillas que batirían al enemigo; pero desgraciadamente la que venía al mando del Coronel Porfirio Sánchez, agotada por largas jornadas, acampó en Los Calpules, donde fue sorprendida por los invasores; pero repuestos los nuestros de dicha sorpresa, sostuvieron un tiroteo de dos horas, con lo cual fue suficiente para haberles hecho treinta y dos bajas a los filibusteros, pues debo advertir que en todas mis guerrillas hay tiradores de fuerza, que pueden disputar el campeonato en el tiro al blanco; díganlo si no los cinco aeroplanos que hemos destruido al enemigo, cuando han tratado de acercarse a nuestra trincheras. Es cierto que la avanzadilla de los invasores se compone de una flotilla de aeroplanos de correo, pero eso no amedrenta a mis bravos soldados, supuesto que el enemigo.

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Está convencido de que a la altura en que ellos hacen fuego, nuestros poderosos concones los bajan, por muy elevados que anden. Nuestro plan de guerrillas tiene perfecta organización, y por lo mismo tenemos la fe en Dios de que fortalecerá nuestro espíritu para aniquilar a los invasores y traidores de mi Patria. Toda la región de la Nueva Segovia nos pertenece en cuerpo y alma, y eso mismo asegura la efectividad en la hostilización al enemigo.

Los yanquis con sus actos brutales siembran el terror en los pacíficos habitantes, pues en su punitiva jira violaron dieciséis mujeres, entre ellas nueve doncellas, muriendo dos de estas desgraciadas ante el brutal ultraje de los bárbaros del norte. En los pueblos y aldeas destruyen las casas y los muebles, así como los víveres y las sementeras; destruyen las siembras y los animales domésticos.

En fin, lo relacionado en este informe se basa en la más pura verdad y es dado con toda exactitud, pues en el combate de Los Calpules perdimos tres de nuestros bravos soldados, doce discos de máquinas Lewis, cinco rifles y cuatro bestias; por lo mismo, no tenemos interés en ocultar la verdad, porque en nada nos beneficiaríamos hablando lo contrario

Pueblo Hermano: para terminar sólo me falta manifestaros que vuestros compañeros de armas han sentido honda amargura al haber identificado entre los muertos hechos al enemigo, a muchos de nuestros compañeros que ayer no más compartían unidos al calos del vivac, defendiendo el mismo ideal, y hoy, tal vez por un mendrugo que le arrojan, asesinan a nuestros mismos hermanos; reflexionad que antes que todo sois nicaragüenses, que vuestra actitud da lugar a la más acre censura.

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Compatriotas: nosotros permaneceremos en armas con toda decisión y abnegación mientras Adolfo Díaz permanezca en la presidencia, pues es

bien sabido que este hombre en la vergüenza de nuestra madre Patria y tenemos la firme convicción de que ningún extraño, por muy poderoso que sea, tiene derecho a imponernos condiciones en los que sólo a los nacionales nos toca resolver. El señor Stimson dijo a los delegados del doctor Sacasa que el mantenimiento del esperpento Díaz en la presidencia es asunto de honor y de prestigio para Estados Unidos. A ese respecto yo creo lo mismo que el doctor Sacasa: que una gran nación adquiere honor y prestigio respetando la soberanía de los pueblos débiles y pequeños, en vez de oprimir a aquellos que luchan por la seguridad de sus instituciones. Nosotros luchamos por honor y no por prestigios, porque si el honor lo perdemos, habríamos perdido el derecho de vivir.

A vosotros hablo, traidores, embaucadores, esbirros, asalariados, monaguillos, de rodillas todos que voy a invocar los benditos nombres de mis compañeros de armas, muertos por defender la libertad de Nicaragua: Rufo Antonio Marín y Carlos Fonseca.

El Chipote, agosto 1º de 1927.

A. C. SANDINO.

 Invitación a la lectura:

Puedes leer el libro completo dedicado a la Batalla de Ocotal aquí:

https://www.mined.gob.ni/biblioteca/wp-content/uploads/2020/02/No-4.-El-Ataque-A-Ocotal-inicio-de-la-guerra-antintervencionista-1.pdf